viernes, 24 de diciembre de 2010

CRÓNICA DE UN FINAL ANUNCIADO


Con el final de este año estupendo, ha llegado el final de este blog. He contado muchas anécdotas, han desfilado muchos personajes, me he divertido muchísimo y he podido hacer algo que realmente me gusta, escribir. Estoy muy contenta. Sin embargo he decidido dejarlo acá, yo se los anticipé… no me sale crear hábitos!!!


Quizá el año próximo, o quién sabe cuándo, nos crucemos en otro blog, con otra temática, por qué no? Por supuesto, siempre persiguiendo el humor. Por lo pronto, ya sé que el 2011 no será un año de anécdotas. Espero sí sea anecdótico, pero por los buenos momentos que nos toquen vivir.

A todos, los que enviaron material, los que comentaron, los que difundieron o sólo leyeron, millones de gracias por el apoyo. Fue un honor escribirles. Ojalá se hayan divertido tanto como yo. Muchísimas felicidades, y espero reencontrarnos pronto!

Pura vida! & good show!


CON ESTA NOS VAMOS

Eh notado durante este año que los post que más éxito tuvieron fueron los de puterio en lugares de trabajo y los subidos de tono algo perversitos… y así como busqué la mejor anécdota para empezar este blog, me siento en la obligación de despedirme con algo de lo que les gusta, entonces qué mejor historia que una combinación de puterio y perversión! Con esta nos vamos! Hasta prontooooo!

Cuando sucedió lo que les voy a contar, Agustina, el personaje femenino de esta historia, tenía 32 años. Abogada, vivía con una amiga en el barrio de Palermo con la que hacían juntas muchas actividades después del trabajo. Los fines de semana eran días de fiestas y paseos. Por supuesto, Agustina estaba sola... y a la pesca de algún masculino que la mimara un poco.

Trabajaba en un estudio jurídico con varios varones y mujeres más o menos de su edad. Llevaba unos cuantos años en ese lugar y con todos sus compañeros había llegado a forjar una relación de amistad, salvo con Rodrigo, con el que tenía una relación un poco extraña. Rodrigo era un par de años más grande. Estaba solo. Vago como pocos… vivía de joda.

Algo había entre ellos que iba más allá de la amistad, pero que nunca superaba al mero histeriqueo. Los chats hot en horas de trabajo eran un clásico. Los jugos de mano, (rompedero de ano, diría mi bisabuela) otro clásico más. Los comentarios irónicos delante de sus compañeros, moneda corriente. Si les tocaba hacer tribunales juntos, demoraban el doble que el resto. Todo el mundo sospechaba que algo pasaba entre Agustina y Rodrigo, pero nadie tenía certeza de ello, por supuesto, si ni ellos mismos la tenían.

Esto sucedía desde hacía varios meses. En algún momento les tocó compartir un caso, entonces al histeriqueo habitual se sumaron las horas que compartían solos en la oficina, cuando todos ya se habían ido. Y en esas horas sucedían cosas… masajes, por ejemplo. Pero no imaginen más. A esa altura, todavía no se habían dado ni un pico.

Claro que como sucede siempre, y en especial a las mujeres, la fantasía de poder llegar a algo serio crecía en Agustina, que después de cada situación de estas se reunía a teorizar sobre Rodrigo con la cooperativa (asociación de amigas que aconseja a una miembro del grupo sobre la conducta de los hombres, son la voz de la experiencia, la cooperativa aprueba ó no, la regla N° 1 es un hombre debe conquistar a la chica y a la cooperativa).

La cooperativa sugirió que organice una salida, algo espontáneo. Que no pareciera una cita. Pero no era una idea fácil de concretar. Además estaba siempre el orgullo, ese orgullo que la llevaba a pensar “por qué no propone él vernos en otro lugar”. Hasta que una mañana se enteraron que había una exposición gratuita de un pintor muy famoso en un edificio muy bonito, y escuchó que Rodrigo, hablando con otro de los compañeros, dijo que tenía ganas de ir. Entonces ella se apresuró y le dijo: yo voy cuando salgo de acá, vamos juntos si querés. Y Rodrigo aceptó.

Fueron a la exposición, todo fluía dentro de un entorno muy natural… pero cuando ya lo habían visto todo, se fueron uno para cada lado. La cooperativa y Agustina quedaron sorprendidísimas. La estrategia no había funcionado. Había que volver a pensar porque a pesar de esto, el histeriqueo seguía.

A la par que se desarrollaba esta historia, la gente de la oficina también se juntaba a fantasear sobre Agustina y Rodrigo. Habían montado una novela propia, las sospechas se acrecentaban pero las pruebas seguían sin aparecer. Los más interesados eran tres personajes de lo más fastidiosos, no por nada llamados los tres chiflados. Estos tres maliciosos decidieron develar la verdad y comenzaron a investigar.

Habían encontrado la forma de leer el historial de MSN de Agustina, que no era precisamente muy entendida en cuestiones de medidas de privacidad. Y así fueron enterándose de los chats hot y las dudas iban aclarándose.

Los masajes, las charlas tomados de la mano y los juegos bruscos o forcejeos seguían repitiéndose. Pero hasta entonces, ni un beso. Agustina estaba dispuesta a llevar el asunto fuera del estudio, pero nunca llegaba la propuesta. La cooperativa era de la idea que a Rodrigo le pintaba el morbo en la oficina, y que si Agustina quería concretar algo con él, iba a tener que ser ahí. Después verían.

Los tres chiflados se despanzaban de risa leyendo no sólo los chats hot, sino también los divagues de Agustina y sus amigas que no entendían la actitud del muchacho y se exprimían el cerebro buscando una explicación y diagramando una estrategia. Según se desprendía del ultimo chat leído, el fin de semana Agustina y Rodrigo tenían que cerrar un caso y se juntarían el sábado a trabajar en el estudio. Ese día, Agustina daría el primer paso y cuando llegara el momento oportuno, le sugeriría a Rodrigo ir a su casa. Entonces ahí se revelarían todos los misterios… y si él arrugaba, entonces ya no se prestaría más al juego.

Llegó el sábado. Se juntaron a las diez de la mañana. Trabajaron hasta el medio día y salieron a almorzar un par de horas. Cuando volvieron, la alarma no estaba puesta, lo cual les resultó extraño porque Rodrigo estaba seguro de haberla activado antes de salir. Pero tranquilamente podía haber pasado alguien a buscar algo y haberse olvidado de activarla al irse. Era habitual que los socios o cualquiera de los abogados trabajara desde sus casas el fin de semana y pasara por el estudio a buscar algún material necesario. Lejos de preocuparse, confiaron en la luz de entrada apagada como señal de oficina vacía y no revisaron nada.

Agustina se sentó frente a la computadora, dispuesta a retomar la tarea. Pero Rodrigo no. Él se paró detrás de ella y comenzó a masajearle suavemente el cuello, los hombros, la espalda… y así fue bajando hasta la cintura. Pasó sus manos por debajo de la remera de Agustina, masajeó su cintura, fue subiendo hasta llegar a sus pechos, y ahí se quedó. Entonces ella se relajó, cerró los ojos y lo dejó seguir con lo que él estaba haciendo.

Agustina no es conciente del tiempo que llevaban franeleando, pero estima que habrán sido sólo 2 minutos. En medio del silencio irrumpe una tosecita seguida por un carraspeo y una voz subida de tono que dijo:

Socio: Se puede saber qué están haciendo ustedes dos acá?

Rodrigo se quedó inmóvil, tumbado sobre la cabeza de Agustina y con las manos en los pechos de ella. Giró la cabeza, ella por fin abrió los ojos y miró hacia el mismo lado. Quien los había agarrado con las manos en la masa (o en los pechos, como ustedes quieran!) era el socio más antiguo del estudio, un viejo conservador e intolerante temido por el estudio entero.

Mudo, Rodrigo se incorporó, retiró lentamente sus manos de los pechos de Agustina y se las guardó en los bolsillos, se encogió de hombros y ante la reiteración en un tono más enérgico de la pregunta, respondió:

R: Cerrando un caso… señor.

A Agustina no le daban las manos para acomodarse la remera y la pollera, que habían quedado totalmente descontroladas de tanto manoseo. Se puso de pié en un segundo, le zampó una cachetada a Rodrigo y mirándolo fijamente, en voz bien clara agregó:

A: es que este tipo si no es acá en la oficina, no agita nada! Cuánto tiempo más necesitás? Cagón!

Agustina agarró sus cosas y se fue gritando RENUNCIO! ESTO ES UN PAPELÓN! y atravesó la sala llena de furia pasando delante del socio, que dicho sea de paso, había llegado al medio día mientras ellos almorzaban y se había encerrado en su oficina a investigar un fallo.

Agustina, una mina con huevos! O no? Y la cooperativa? la cooperativa todavía se pregunta qué problemita tenía el flaco!!! Y los tres chiflados? Carcomidos por la intriga preguntaron a Agustina la razón por la cual había renunciado, se enteraron de todos los hechos y gracias a ellos, que rompieron su silencio, tuvimos una historia para terminar este blog.

HASTA SIEMPRE!!!!

viernes, 17 de diciembre de 2010

OSITO CARIÑOSO


Hay mujeres y hombres que a juzgar por las parejas que han tenido, claramente puede decirse que tienen un estilo de pareja definido. Y también están las mujeres y hombres que han tenido de todos los gustos y colores, siendo desde mi humilde punto de vista, fieles representantes de aquel dicho que dice “en la variedad está la diversión”.

Graciela pertenece al primer grupo. Tiene 40 años y ha estado de novia desde los 16, con intermitencias no muy prolongadas. Nunca tuvo suerte (¿?), es decir, nunca dio con el hombre indicado. Todas sus relaciones por una cosa u otra, se terminaron. La mayoría en buenos términos, simplemente se esfumaba el amor. En un par volaron ceniceros y en sólo una la agonía fue fatal.

Todos estos muchachos que desfilaron por su vida tenían ciertas características físicas en común. Eran flaquitos, de tez blanca, rubiecitos de pelo lacio y medio altitos. Pero las coincidencias no acababan en lo físico. Varios de ellos se llamaban Martín, también tuvo a la dinastía Charly, y en cuestión de profesiones, la mayoría del rubro de las ciencias exactas.

Hace un par de años, una de sus mejores amigas le sugirió que cambiara de estilo de hombre, insinuando que su fracaso sentimental podría estar relacionado con esa cuestión. Graciela lo pensó y estuvo de acuerdo. Por qué no probar con otro estilo de hombre, y por qué no, con la antítesis misma de ese modelo de hombre que había sido una constante en su vida.

El punto era que no tenía muchas posibilidades de conocer hombres. La mayoría de sus amigas estaban casadas, amontonadas o en pareja, entonces no tenía con quién salir. Y a los amigos de los esposos y novios de sus amigas, ya los conocía y ninguno le despertaba interés.

Así fue como decidió suscribirse a una página web de citas. Al poco tiempo, cuando se sintió segura de encarar un e-dating, comenzó a salir con muchachos que como había decidido, no compartieran ninguna de las características que poseían sus ex. Entonces conoció pelirrojos, pelilargos, de pelo ondulado, pelados, gorditos, no tanto, morenos y castaños. Pero la cosa no prosperaba.

Una mañana, sentada meditabunda con la vista clavada en el osito de peluche que adornaba el escritorio de su compañero de oficina, tuvo una imagen. Se imaginó, ni más ni menos, con él, con Gustavo, su compañero, ese con el que compartía prácticamente todos los días de su vida, ese con el que se divertía cotidianamente, con el que redactaban informes mensuales, con el que reflexionaba a cerca de la vida, ese, que estaba divorciado hacía varios años y que tenía tan solo 5 años más que ella. Amable. Simpático. Y fundamentalmente, antítesis de cualquier patrón masculino de su pasado.

Y la imagen que vio le gustó. Y se preguntó por qué no? Habría estado ella tan distraída todo este tiempo que no reparó en alguna insinuación de Gustavo. Por qué ahora le venía esa imagen. Tendría que ver con esto de cambiar de estilo? Gustavo era grandote, alto, fornido, morochón, barbudo y de bastante bello en cuerpo, aunque de marote pelado. Su voz de locutor siempre era motivo de elogios. Era un ejemplar de macho seductor, según tres secretarias.

Y comenzó a prestarle atención y a mirarlo de otro modo, a reparar en varios detalles y a “atar cabos”. Y cómo aquella gallega que nos mandaron de intercambio y leyó lo que quiso leer, Graciela se embaló con esta idea y se subió a su fantasía.

Obviamente, Gustavo ni enterado. El tiempo iba pasando y la fantasía de Graciela se acrecentaba. Pero Gustavo no agitaba una. Entonces todas las teorías apuntaban a que 1) Gustavo no daba el primer paso porque era tímido para estas cosas y no se animaba, 2) temía que ella lo mal interpretara porque eran compañeros de trabajo, 3) pensaba que al ser compañeros, la empresa no lo vería conveniente, 4) estaba esperando el momento oportuno.

Pero a decir verdad, ninguna de esas teorías era correcta. El tiempo seguía pasando y Gustavo no daba señales de nada. Entonces apareció la típica amiga que se las tira de atrevida y decidida y te presenta las soluciones más osadas, sugiriéndole a Graciela que lo encarara ella. Y Graciela que veía pasar su reloj biológico como un bólido, y que jamás en la vida se había atrevido a nada, aceptó el desafío.

Estuvo una semana intentándolo y no conseguía el valor para encararlo. Hasta que un medio día, en medio de una conversación muy alegre, se atrevió. Le contó todo, cómo había llegado hasta esa imagen que tuvo de él y ella juntos, que había comenzado a reparar en miles de detalles que antes, por cotidianos, le había restado importancia, le dijo que estaba enamorándose de él, y que si a él le estaba pasando lo mismo, le proponía darse una oportunidad.

Gustavo escuchó atentamente hasta el final, cuando ella terminó y se quedó con cara de “y? qué me contestás?”, él se levantó y cerró la puerta de la oficina. Entonces se sentó al lado de ella, tomando previamente el osito de peluche que adornaba su escritorio desde hacía un par de años, y con mucha suavidad y mirando al oso le dijo:

Gus: ves este oso? Soy gay. OSO. Sabés de qué se trata?

Gra: disculpaaaMeeNoLoSabíaaaaCheeeQueTePariooo!!

Y se puso colorada y recordaba el discurso que acabada de decir… mientras Gustavo se tomaba la cabeza y preguntaba:

Gus: cómo pudiste fijarte en mi??? si no tengo un solo rasgo de tu prototipo de varón!

Gra: precisamente… precisamente…

En fin. A no fantasear querida! A no fantasear! Y a seguir buscando, o esperando, da igual. Y del prototipo que venga! que como diría mi abuela, ya estás en edad hija… ya estás en edad…


OSITO TIERRRRRNOOOO GRRRR!!!

viernes, 10 de diciembre de 2010

PACHONCIIIIIIIIIIIITO!


Nunca entendí muy bien esa confianza que se crea entre vecinos, sobre todo en las ciudades chicas, que llega a tal punto que hace ver con total normalidad ingresar a casas ajenas sin siquiera golpear la puerta antes de entrar. Está muy bien crear esos lazos y los prefiero a la frivolidad de las grandes urbes, pero viejo… un golpecito de anuncio no estaría mal! Gritame en vos alta y avisame que vas a entrar! Que me podés encontrar en bolas!

Mariela piensa igual que yo. Y desde que vive en Capital, se desentendió de esa cuestión porque acá, como suele decirse, “nadie se mete con nadie”… hasta que se mete! Y esta vez, se metió un portero!

Mariela lleva casada con “el Pela” más de diez años. Hoy por hoy están muy bien, pero hace cosa de dos años, atravesaron una crisis de esas que preferible estar bien lejos. Vivían peleando. Por una cosa u otra, no había noche que reinara la paz en ese hogar. Los motivos eran varios, pero el que importa en esta historia es sólo uno.

El Pela estaba algo agotado física y psíquicamente. El stress del laburo, quilombos con sus padres, el auto vivía en el taller, las demandas de sus amigos, de sus hijos, en fin… era un corso a contra mano. El resultado de todo este agotamiento se reflejaba en la cama. Había perdido el deseo sexual.

Entonces a todo lo que lo agobiaba, se sumaban los reclamos de Mariela. Las dudas, los cuestionamientos…

Una noche en medio de reclamos, el Pela le dijo a Mariela que tampoco se sentía muy estimulado por ella. Que ella simplemente reclamaba pero nunca le ponía un toque de onda para seducirlo de alguna manera. Que se quedaba esperando y nunca iniciaba nada. Mariela se quedó algo sorprendida porque siempre había sido así como el Pela decía, él tenía razón. Pero ella pensaba que así era como funcionaba. El siempre había sido iniciador, siempre había tenido una postura muy machista y dirigía los encuentros en la cama. Y ella siempre estuvo cómoda con eso, y jamás se le ocurrió que él podía necesitar otra cosa.

Entonces esa noche se acabó la discusión con un “tenés razón” de Mariela. El Pela la miró perplejo, porque no se imaginaba esa reacción. Y se durmieron. Los días fueron pasando y un día Mariela se animó a dar el primer paso en la previa, en realidad, el primer manotazo. El Pela estaba medio adormecido y sintió a Mariela que logró el efecto deseado... y pasaron una buena noche.

No obstante la crisis continuaba porque el resto de los temas seguían sin resolverse. Una mañana mientras desayunaban pelearon fuerte. Y otra vez el Pela tuvo razón. Mariela sentía que estaba metiendo la pata muy seguido y pasado el medio día lo llamó por teléfono y le pidió perdón, y prometió sorprenderlo esa noche. Una de sus amigas le tiró una idea. Le prestaría un disfraz de mucamita, muy ligero de prendas, para esperar a su marido.

El Pela ese día llegaba tarde, tipo 10. Mariela había cocinado algo rico para comer frío después del recibimiento que tenía planeado. Llenó el cuarto de velas, se puso el disfraz de mucamita, que prácticamente lo único que tenía de mucamita era una cofia y un delantalcito diminuto que dejaba vérsele todo. Se perfumó, y se tiró a mirar tele hasta que el Pela la llamara desde la cochera, como hacía habitualmente, avisándole que llegaba.

A las 10 en punto el Pela llamó. Entonces Mariela apagó la tele y todas las luces, quedando sólo la habitación levemente iluminada, dejó entreabierta la puerta de entrada para crear clima (el vecino del piso no estaba), y se tiró culo para arriba (dicen las malas lenguas que Mariela tiene un culo digno de admirar) en la cama para esperar a su esposo, luciendo solamente una bombachita “hilo dental”.

No habían pasando ni diez segundos cuando escuchó que empujaban la puerta. Mariela pensó “qué rápido subió el Pela” pero no prestó más atención que esa porque estaba concentrada en su acting. Entonces esperó a que entrara y cuando sintió los pasos que se acercaban lentamente a la habitación, se puso en cuatro lentamente en el medio de la cama y con vos y cara de relajada, mirando por entre sus piernas, con todos los pelos colgando y tapándole la cara, dijo:

M: Holaaaaaaaaaa patroncitooooo!!!

Pero no era el Pela el que estaba atónito parado en la puerta sosteniendo un encendedor en su mano derecha, con la mirada clavada en el culo de Mariela. No. Era José, el encargado de la noche que estaba recorriendo los pisos del edificio sacando la basura y al ver la puerta entreabierta y todo oscuro y silencioso, se asustó, pensó que habían entrado ladrones y sigilosamente decidió investigar.

Mariela cabeza pa’bajo y con todos los pelos en su cara tardó unos segundos en reconocer a José, que no se veía nítidamente entre la luminosidad de las velas y el encendedor pegado a su rostro. Y cuando cayó en la cuenta, no pudo más que gritar:

M: DEGENERADOOOOOOOOO QUE HACE USTED ACAAAAAAAAAA!

En medio del escándalo, Mariela tapándose con el acolchado y José intentando explicar por qué había entrado, cayó el Pela, que claramente no entendía nada. Su mujer disfrazada, casi en pelotas y el portero en su habitación, tartamudeando y sosteniendo un encendedor, y todo rodeado de velas. José salió cagando del departamento y Mariela y el Pela, OFCORSSSS dejaron el juego del “patronciiiitoooo” para otro momento.


BUENO ESTE NO ERA EL CULO DE MARIELA, SINO EL ENCARGADO HUBIERA RAJADO ANTES Y SE EVITABAN FLOR DE QUILOMBO!

viernes, 3 de diciembre de 2010

Y EL GEL SE LO QUEDÓ EL MÉDICO


No sé si habrán notado, pero últimamente se han puesto de moda los programas de TV o las notas periodísticas que tocan el tema “juguetes sexuales”. No es momento hoy, y al parecer no lo va a ser en lo que queda del año, al menos en este blog, de debatir sobre las virtudes de dichos juguetes. No. No viene por ese lado este post.

La conexión se la debemos a Virginia, que vio el programa del domingo pasado de la Su Giménez y se acordó que podía aportar una anécdota al blog.

Virginia tiene poco más de 40 años, recibió este nombre porque desde su concepción, sus padres proyectaban una hija pulcra, inmaculada y virginal. Pupila de los 7 a los 15 años, ha sido educada entre las más severas y conservadoras monjas de un pueblo de por acá nomás.

A los 15 años sus padres se mudaron de ciudad y ella por fin pudo liberarse de las monjitas. Para entonces, Virginia era una chica introvertida, seria, no veía con buenos ojos a las chicas de su edad que ya noviaban con algún muchachito… tampoco tenía muchas amigas. La liberación de su cabeza necesitaría unos cuántos años más.

A la par que el tiempo iba pasando, las cosas naturales de la vida comenzaban a amigarse con su forma de pensar. A los 18 años empezó la universidad y cada día le resultaba más difícil sustentar algunos pensamientos y costumbres. Incluso descubrió que le atraían los hombres, y se convención que no estaba mal comenzar a noviar, a pesar de su corta edad (¿?).

A los 20 años conoció a su primer novio. La noticia en su casa fue bien recibida porque el chico era muy juicioso, educado, de familia de doble apellido, trabajaba en el Estado y era hijo de una pareja amiga de sus padres. Salieron durante 6 años, pero ella se mantuvo durante todo ese tiempo “inmaculada y virginal”.

Virginia estaba muy enamorada, faltaban sólo un par de meses para el matrimonio, sería el futuro padre de sus hijos, todo un castillo giraba alrededor de él. Pero un día, ese castillo se desvaneció. Sin saber por qué, su príncipe la dejó.

Después de eso, Virginia estuvo un par de años sola y la frustración se apoderó de su espíritu. En el ínterin cambió de trabajo, y poco a poco se fue recomponiendo. Conoció gente nueva, comenzó a salir un poco, y ya no era tan conservadora como solía serlo antes. Algo se había roto con esa frustración.

Cuando cumplió 30 años conoció a quién hoy es su actual marido. Un hombre 5 años mayor que ella, del estilo de hombre a los que mi abuela llamaría “un picaflor”. Armando era muy fachero, chamuyero, había tenido muchas novias, y cualquiera hubiera dicho que Virginia sería una más. Pero no. Se enamoró perdidamente de ella y desde el primer día, prometió respetar su virginidad. Irían despacio, al ritmo que ella quisiera marcar.

Sos un diamante en bruto, le decía. Él estaba seguro que con paciencia, iba a tallar la joyita que acababa de encontrar. Y así lo fue haciendo, con mucha dulzura… y en poco tiempo, Virginia se había entregado al sexo con amor y con pasión cómo nunca antes lo había hecho.

De todos modos la cosa venía muy trabajada. Los avances eran delicados. La paciencia… la reina de la noche. Él tenía una convicción de fierro y ella una docilidad asombrosa.

Al año de estar juntos ya habían experimentado varias posiciones jugadas, habían logrado cierto nivel de confianza y hablar de sexo era algo más normal. Virginia ya no se sonrojaba! e incluso, comenzaba a tener ciertos comentarios chanchitos en la cama. Para entonces, Armando se sentía todo un goleador, de no ser porque su apellido no era Maradona, bien podría haberse llamado Diego. Un campeón.

Y así seguía trabajándola. Y ella la pasaba muy bien. La combinación funcionaba. Una noche Armando sumó a la previa un hielito, y a Virginia le encantó. Otra noche la llenó de crema, y también la pasaron muy bien. Hasta jugaron con un gusanitooo! Que tierno… o no?

Era así, de a poco iban innovando. De a poco se iban animando. Pero Armando sabía que tenía un límite. Ella no estaba de acuerdo con el sexo anal. Sin embargo, un día le pasó un dedito y ella disfrutó.

Pasó un tiempo después de ese dedito, y Armando propuso sumar un juguete pequeño para estimular la zona anal. Era una especie de palito delgado con una bolita en la punta, no parecía muy intimidante, y había tomado la precaución de comprar un gel lubricante. Virginia lo dudó un poco… pero la idea la erotizaba… entonces accedió.

Entonces Armando con mucha dulzura comenzó a jugar con la crema lubricante, que tenía algún componente mentolado y provocaba un efecto refrescante. Había pasado gel por todo el cuerpo de Virginia, y cuando notó a su mujer que estaba lista para jugar con el juguetito nuevo, lo hizo. Lo introdujo suavemente mientras veía como ésta se retorcía de placer.

Pero pronto Virginia comenzó a respirar raro, y a rascarse todo el cuerpo. El cuarto de Armando tenía un espejo muy cerca de la cama. La luz estaba prendida. Y en medio de la fiesta Virginia se pudo ver reflejada en el espejo, hinchada como un pez globo, y roja! Virginia era alérgica a la menta, ofcorssss Armando no lo sabía!

Se fue el clímax a la mierda y los nervios invadieron a Virginia, que contraía tanto su ano que impedía a Armando quitar el juguetito. Y mientras más nerviosa ella se ponía, más se contraía, y más nervioso también él se ponía. Cuestión que entre nervio y nervio, y apriete y apriete, de tironear tanto del palito se desprendió la bolita, quedando la misma dentro de Virginia.

Era la una de la mañana y salieron de urgencia al hospital, Virginia inflada, roja y con la bolita dentro y Armando pálido, con el gel mentolado en la mano. Explicarle lo sucedido a la señorita que los recepcionó en la guardia, no fue vergüenza menor. Y tumbarse culo pa’rriba para que el médico sustrajera la bolita… menos!!! Deseaban un ataque de amnesia!

Desde entonces no usan geles mentolados. Siguen juntos, se aman profundamente, y disfrutan del sexo a diario, mientras atesoran esta historia que es la vergüenza más grande que juntos han pasado.

MORALEJA: LEER BIEN LAS INSTRUCCIONES Y PROSPECTOS. ANTE LA DUDA, CONSULTE A SU MÉDICO!

viernes, 26 de noviembre de 2010

A FOLIAR MIAMOR! VAMOS A FOLIAR MIAMOR!


Alguna vez les debo haber contado que hay una pila de palabras que, por cómo suenan, no me gustan. Y seguramente esa vez me debo haber acordado de sobaco, sorongo, mercería, Barolo, colitis… Tampoco me gustan esas palabras que invitan al doble sentido… porque son capaces de meterte en flor de quilombo, y si creen que exagero, miren lo que le pasó a Franca.

Franca es una española de 34 años, que vino por 6 meses de intercambio a Buenos Aires. Nosotros mandamos un argento a Barcelona a trabajar a una institución pública, y ellos mandaron a Franca. Que para serles franca, es bastante despistada.

Franca hace más de dos años que está sola. Y estando todavía en España, había caído víctima de una etapa un tanto depresiva a raíz de su soledad. Básicamente, creía ser tan fea que nadie la miraba. Y como no la miraban, tampoco le daban chance a demostrar lo mucho que ella es capaz de querer, decía. Frases como la de Saint-Exupéry o eso de que la belleza del alma es lo que importa, ponían de tremendo mal humor a Franca.

Cuando se enteró que había sido elegida para el intercambio, sintió una gran felicidad porque pensó que el cambio de aire la ayudaría a salir de ese estado de ánimo. Además, Franca, que toda su vida había oído hablar del “clásico chamuyero porteño”, sentía que ni bien llegara a Buenos Aires, seguramente su autoestima se recuperaría.

Comenzó a trabajar en enero. Lindo… el veranito porteño… una humedad ese año! al principio todo le parecía bastante calmo. Claro, era enero. No había tanta gente en la calle, los bares y boliches no rebalsaban… en su trabajo muchos compañeros estaban de vacaciones. Pero después llegó febrero, la gente regresó a sus lugares de trabajo… y el microcentro porteño se fue poblando tal como le habían contado.

Entonces la onda porteña le empezó a caer mejor. En particular la onda de Marcos, un compañero de trabajo del nivel superior. Generalmente lo cruzaba en el ascensor y en alguna que otra reunión. Marcos era un tipo muy simpático, carilindo, soltero y chamuyero. Todas las mujeres de la institución coincidían en su descripción.

A los tres meses de estar en Buenos Aires, Franca se había integrado a su grupo de trabajo y su ánimo había cambiado rotundamente. Los hombres argentinos la piropeaban, y Marcos le prestaba bastante atención. Pero las mujeres tenemos esa capacidad de confundir todo, y Franca no iba a ser la excepción! Es un mal femenino mundial.

Para ella la simpatía de Marcos y su atención eran síntomas de algo más que una mera relación cordial de trabajo. Y voló tan alto con su fantasía que se embobó. Y cuando eso sucede, la mujer corre peligro de papelón, de ver lo que quiere, escuchar lo que quiere…y en este caso, leer lo que quiere.

Pasó que un viernes mientras volvían de almorzar y compartían ascensor, Marcos comentó que estaba desbordado de trabajo. Sin embargo no aclaró de qué se trataba su trabajo… y Franca, con la más clara intensión de pasar más tiempo a su lado, se ofreció a ayudarlo. Contá conmigo si necesitas ayuda, dijo. A la hora, Franca recibe un mail de Marcos que decía:

Franca, querés venir a mi piso a foliar?

Y Franca, que estaba presa de la bobera contraída el día que lo conoció, y porque además es una mujer muy colgada y atropellada, interpretó que Marcos la estaba invitando a su departamento a follar!

Primero pensó “qué directo” pero luego lo justificó como pudo, o mejor dicho, como su ansiedad por estar con él se lo permitió: “ah, cierto, es chamuyero”, “ya somos grandes”, “seguramente le gusto mucho”, “para qué andar con tantas vueltas”…

Lo cierto es que sin la más remota intensión de darle una alegría a Franca en su departamento, Marcos tuvo la mala fortuna de escribir algo tan sencillo y habitual en la administración pública como es la palabra foliar. Y quiso el cerebro de Franca interpretar la palabra piso con un sentido netamente gallego –que como todos sabemos, le llaman piso a un simple departamento– Pero lo que es peor, leyó lo que realmente quería leer, y jamás reparó en la falta de la segunda ele para que realmente la palabra escrita por Marcos fuera follar.

Cuestión que entre su cerebro confundido, sus ganas de que Marcos le diera bola, la calentura acumulada, la ansiedad y la maldita combinación de palabras, sin leer nuevamente el mail Franca respondió:

Tú frontalidad asusta, guapo! Pero me parece genial! A qué hora y dónde es la cita? Llevo un vino para brindar. Pensé que jamás me invitarías a tu depa…

Franca no recibió respuesta inmediata, lo cual la empezaba a preocupar. Y a la media hora un compañero de Marcos bajó a su oficina y como pudo, porque estaba tan tentado de la risa que prácticamente no podía hablar, le explicó de qué se trataba “piso” y “foliar”, y de paso le dijo que Marcos todavía no podía recomponerse del ataque de risa que la confusión le había provocado.


FIJESE UD EL QUILOMBO

QUE SE ARMA POR UNA PUTA “L”


viernes, 19 de noviembre de 2010

SINDROME DE UNA SOLTERA


Me gustó esta anécdota porque la que la envía se ha dado cuenta que calza justo en la categoría “pastelito” de cualquier fulano cuerdo que tenga la osadía de conocerla. Me gustó porque ella misma se sabe loca! Es bueno empezar por ahí… reconocerlo es importante. Semanas atrás hablábamos de la cantidad de locos sueltos… Bueno. Reconocerse loco, admitirlo y darse cuenta que ESO NO VA, es un buen síntoma! Por ahí se empieza.

La loca de hoy, María Elena, arranca su mail diciendo “Sabés qué Vasca? ME TENGO RECONTRA PODRIDA!!!! No me viene nada bien!!!! Soy insoportable. Me da pánico perder mi independencia. Me gusta mi casa como está, me gusta mi vida. La macana es que me de cuenta en los momentos menos indicados… cuando tengo a mi lado un tipo que siento que vale la pena… y no cuando lloro por un desgraciado que ni siquiera me llama. Me la paso haciendo cagadas. Si estoy sola quiero un amor, si lo tengo… extraño mi soledad…”

Convengamos que María Elena está un poco loca. Es, incluso para ella, la típica solterona que nada le viene bien. Desde hace mucho tiempo, vive de relaciones ilícitas, superfluas o puramente sexuales, esas que según ella, le dejan un vacío espantoso cuando el susodicho se va... y se queda esperando un mensaje que nunca llega, hasta que sus ganas o necesidades resurgen y ella como idiota, accede pensando que hay algo más. Pero el círculo vuelve a cerrarse y siempre vuelve el silencio.

Esa es la parte fea de la libertad de María Elena, ella lo sabe. Y lo elige en cada momento, pero siempre con la esperanza, muchas veces boicoteada por su razón, de que aparezca ese chico que le llegue al alma y la descubra por dentro. Pero no llega… entonces lágrimas al puro pedo y tiempo desperdiciado. Mientras tanto la rueda sigue girando y un nuevo muchacho pasará por sus sabanas que como siempre, sólo terminan revueltas.

Hace muy muy poquito, llegó un muchacho que sin querer estaba a su lado, diciéndole que la quería y que era muy importante para él. Un chico que tenía sus mismos gustos y sencillez para la vida. Que la llamaba, que le escribía, que la pasaba a buscar para verla aunque sea un minuto. Con el que pronto se entregaría al sexo… porque esta vez había preferido ir más despacio para que todo sea perfecto, y no simplemente una relación sexual pasajera como las demás.

Y ante esta situación ideal, ella que hizo? La cagó, por supuesto. Una noche, en medio de una cena romántica que el chico había montado para ella, justo cuando él le tomaba la mano y se la besaba, enamoradísimo, embobado… María Elena rompió en llanto, se levantó de la mesa, se sentó en el sillón y con las manos en la cabeza, escondida entre sus rodillas, le dijo llorando:

Me muero de miedo y empiezo a sentirme agobiada. A cuestionarme si es posible que me quieras en tan poco tiempo… no sé si quiero perder mi libertad… me gusta vivir sola… tampoco sé lo que quiero… o si te quiero…

Se preguntarán ¿y el flaco qué hizo? Primero se levantó en silencio, se sentó a su lado, y con una mano en la cabeza de María Elena, acariciándola suavemente como a un gatito, le dijo:

Pero solcitoooo! Si todo esto es un acting para que te dignes a acostarte conmigo!!! Dejate de joder!!! Pensé que te darías cuenta… Yo te tengo aprecio, cómo no! pero aflojá, ya sabemos que esto recién empieza y no da para planteos serios! Lo que pasa es que vos sos re dura conmigo! Llevarte a la cama me está costando más que ponerle pantalones a un pulpo… con Dany te acostaste la tercera vez que lo viste! Yo hace veinte días que la vengo remando!!!

Claramente, María Elena no esperaba esa respuesta. Y claramente María Elena estaba haciendo una lectura bastante equivocada de su chico nuevo. Como dicen en mi barrio, estaba meando fuera del tarro!

Ahora, usted qué haría si comienza a sentirse agobiado por una relación y su pareja le informan que se tranquilice, que se está agobiando al pedo? Si no estuviese loco como María Elena, seguramente se tranquiliza y le mete pa’lante, o no? Bueno, ella no, a ella nada le viene bien, lejos de tranquilizarse y disfrutar de la vida, histéricamente y despeinándose toda se colocó del revés el sweater, se colgó la cartera al hombro y se fue gritando:

NO ME LLAMES NUNCA MÁS, DEGENERADO! LO NUESTRO NO TE IMPORTA! YO PENSE QUE ME QUERÍAS! LO UNICO QUE PRETENDÍAS ERA PASARLA BIEN!

Ahora digo yo… acaso eso está mal? No se trata de pasarla bien? María Elena: loca de atar. Pero ella lo asume. Loca! Pero te banco! Gracias por la confesión.

Justificar a ambos lados
SÍNDROME CONTEMPORÁNEO SIN REMEDIO

viernes, 12 de noviembre de 2010

IRONÍAS DE LA VIDA


Yo por esas épocas estaba un poco alterada, y me vengo a cruzar con un tipo que tenía fatiga crónica… no fue justo, dijo Zulema, la dueña de esta historia.

Y tenía razón… Hay gente que sufre de las afecciones más raras. Fatiga crónica… dejatedejodeeer!!! levantate hermano, tomate un desayuno pulenta pulenta, andá a laburar, corre media hora y dejá de enroscarte con pavadas! Que la vida es corta…

En fin… otra especie de locura. Cuestión que Zulema por esa época no andaba muy bien que digamos. Estaba con demasiado trabajo, arrancaba a las ocho de la mañana, cortaba en su primer trabajo a las seis de la tarde, y seguía de siete a diez dando clases en una universidad privada. Durante el fin de semana resultaba difícil descansar porque la mitad del tiempo tenía que preparar clases para la semana siguiente y la otra mitad, hacer todos los quehaceres domésticos que no podía hacer en la semana.

Corría tanto y exprimía tanto el tiempo que ni de casualidad se imaginaba tirada, descansando, menos dándose el lujo de sentirse fatigada... Hacía varios años que estaba sola, y cada día salía menos. Conocer hombres se había vuelto el plan menos atractivo. De hecho, un hombre en su vida implicaría una actividad más… cuándo lo vería?

Pero una noche tuvo un cumpleaños al que no podía faltar, y conoció a Waldo, un señor cincuentón, entrecano, cuerpo atlético, elegante… muy conservado para su edad. Y la invitó a salir.

Después de hacer unos pases mágicos de compromisos marcados en su agenda, Zulema logró ubicar una cita con Waldo para el viernes de la semana siguiente. La sensación que tuvo ella de esa cena fue haber estado comiendo con un hombre muy relajado. Un observador más incisivo podría haber dicho “cenaste con un tipo poca pila” mientras que uno malicioso podría haber dicho “este viejito vive de fiesta”. Es que dado su ritmo, a Zulema le costaba diferenciar una persona relajada de otra paralizada ó extenuada.

Y así Waldo superó la primera cita. Y luego otra, y otra. Llegaron a la cama y anduvo todo medianamente bien. Waldo necesitaba tiempo para llegar, entonces por lo general, acudían a un segundo round para terminar la cuestión como se debe.

Había una frase de Waldo que comenzaba a sonar un poco repetitiva: estoy cansado… Y como Zulema también estaba cansada y sabía que necesitaba cortar un par de días para reponer energía y no caer enferma de tanto andar de aquí para allá, le propuso a Waldo pasar un fin de semana en su casa de la costa. A Waldo le pareció una buena idea. El viernes, a última hora, Zulema pasaría por la puerta del trabajo de Waldo y tomarían la autopista rumbo a Mar del Plata, a descansar.

Irían en el auto de Zulema. Ella salía a las seis de la tarde y como les decía, lo pasaría a buscar. Pero el tránsito ese día resultó ser una locura. Entonces Zulema le pidió a Waldo que lo esperara en una esquina más accesible. Esto que parece tan simple, coordinar una esquina, les tomó diez minutos. Finalmente se pusieron de acuerdo y ella se dirigió hacia el lugar de encuentro. Evidentemente no se entendieron muy bien, porque Waldo estaba esperando de la vereda de enfrente, mano inversa a la que necesitaban tomar para salir hacia la autopista.

A los gritos desde la ventanilla, Zulema logró hacerse oir entre ruidos de camiones y autos. A riesgo de perder la vida, esquivando conductores que huían despavoridos del microcentro a sus casas, Waldo logró cruzar la avenida y subir al auto.

Llegaron a una esquina y Zulema le pidió por favor que condujera él. Ella estaba demasiado acelerada y no le parecía conveniente salir así a la ruta. Entonces intercambiaron lugares y emprendieron la marcha. A las cinco cuadras, Waldo se vio encerrado entre un camión y un colectivo de larga distancia, frenó torpemente por temor a rayar el auto, y un coche se la puso de atrás. Primer quilombo.

La situación se puso bastante tensa. Estacionaron en una estación de servicio ubicada a pocos metros. Zulema estaba totalmente sacada, gritaba, hablaba por teléfono con su padre contándole la situación… y Waldo estaba un poco avergonzado y con los huevos rotos de los planteos de Zulema, a quién no nos olvidemos, recién conocía.

W: mejor no viajamos nada

Z: si, mejor. Parecés dormido queridoooo! Reaccioná! No tenés sangre?

W: ya te dije, disculpame… me abataté…

Z: nunca te dijeron que no podés frenar de ese modo! No se te cruza por la cabeza mirar para atrás? Te creés que está de adorno el espejito este de mierda?

W: volvamos… serenate querés.

Z: si, volvamos…

Y se produjo un silencio prolongado. Se calmaron. Esperaron diez minutos dentro del auto. Cambiaron de lugares otra vez y Zulema encendió el motor. Como si nada hubiera pasado, tomó la mano que iba hacia la autopista y retomaron el viaje.

Z: ponemos el reloj en cero, querés?

W: ok

Llegaron a Mar del Plata de noche y con ellos llegó también una sudestada que no tenía precedentes. Compraron algunas provisiones en el súper, se bañaron y cocinaron algo. Para entonces los ánimos estaban calmados y se fueron a dormir. Ambos estaban muy cansados, pero Waldo mucho más. Prácticamente no hablaba, solo atinó a decía que no se podía ni mover. Y se durmió.

La mañana del sábado amaneció un poco fresca. La lluvia había cesado y decidieron salir a pasear por ahí. Recorrieron la peatonal, tomaron un café, siguieron caminando… almorzaron, pasaron por la costanera y siendo casi las cuatro de la tarde, Waldo propuso volver. Estaba cansado. Necesitaba dormir un poco y relajar las piernas.

Zulema, acostumbrada a su ritmo habitual, estaba fresca como una lechuga, pero fue contemplativa con él y pensó que volver y preparar un ambiente romántico para entregarse al placer, no estaba nada mal. Quiso el destino que se desviaran del camino para esquivar un gigantesco grupo de turistas y que en ese camino los sorprendiera un carterista. Zulema sintió un fuerte zamarreo en su brazo y al comprender lo que sucedía, simplemente echó a correr. Segundo quilombo.

Waldo seguía caminando espantado, viendo como Zulema intentaba cazar por las mechas al bandido, que no tenía más de trece años. Cuando se agotó de correr y Waldo la alcanzó, él simplemente dijo “Disculpame que no te seguí… no podía correr… estoy agotado, pero no te preocupes, ahora yo me encargo de todo lo que haya que pagar”. Y volvieron a la casa y el ambiente romántico quedó sepultado en el olvido. Zulema tenía el ánimo por el piso y Waldo se durmió.

Por la noche decidieron ponerle onda, olvidar el arrebato y salir a cenar. Volvieron temprano porque Waldo bostezaba y Zulema pretendía que durara despierto para tener al menos una noche de sexo. El plan de Zulema funcionó. Como era habitual, en el segundo round, Waldo llegó.

El domingo durmieron hasta tarde, se levantaron, almorzaron y tipo cinco de la tarde volvieron a Capital Federal. Para demostrar que estaba todo bien, Zulema le pidió a Waldo que manejara. Incluso se animó con un chiste jocoso estilo “ya te arreglé el espejito retrovisor, por si se te ocurre frenar”.

Al principio iban hablando de varios temas, hasta que después de un par de horas Zulema comenzó a hojear el diario. Cada tanto ella hacía un comentario para animar al conductor. Estaban llegando a la altura de Dolores por la Autovía 2, cuando Zulema levanta la vista y divisa a lo lejos un señor mayor en bicicleta. Vuelve su mirada al diario y en menos de 5 segundos, siente un golpe estrepitoso en la puerta de su lado. Instantáneamente levanta la vista y ve como el espejito retrovisor derecho vuela por los aires y el viejo de la bicicleta se desparrama en la banquina. Waldo grita del susto y Zulema lo mira descolocada, gritando también:

Z: PARA! qué te pasó!!! No viste al pobre viejoooo?

W: me quedé un segundo dormido…

Z: vos me estás jodiendo? Me podés decir qué te pasa? Por qué te la pasás durmiendo? Ni manejando te podés mantener despierto!? Si no estás durmiendo, estás cansado… vos no estás bien eh!!!

W: es que… no te dije… sufro de fatiga crónica…

Si señores! Fatiga crónica! No es joda! El viejo por suerte se levantó vivito y coleando. Se subió a su bicicleta y se marchó. Zulema tomó otra vez el volante y manejó hasta el final. Dejó a Waldo en su casa. Se despidieron en silencio. Waldo no sabía como disculparse.

A la semana apareció por casa de Zulema con el repuesto del espejito retrovisor derecho. La habían pasado tan mal que con solo mirarse ambos sintieron que no tenían ganas de volver a poner el reloj en cero. Y no se cruzaron más.

Dicen las malas lenguas que Waldo se curó de la fatiga crónica y que a veces puede concretar en el primer round. Dicen también que la gente que lo conoce no le cree haberse enfermado de eso… dicen, ojo que dicen! que era una excusa! Vivía cansado y extenuado porque andaba con 5 jovencitas a la vez meta palo y a la bolsa!

DICEN EH!

viernes, 5 de noviembre de 2010

A JESÚS LA LLUVIA TAMPOCO LO INSPIRA


Antes que nada permítanme decirles que NUEVAMENTE ESTOY CARENTE DE ANECDOTAS. Qué pasa con esa gente que tanto promete eh! QUÉ PASAAAAA? A ver si aportan algo! S O S ! – reclamo realizado, a otro tema.

Si de algo me ha servido la experiencia de escribir este blog es para comprobar que de locos, está lleniiito el planeta. Qué no es una cuestión de géneros ni de latitudes, no no no! Ocurre en todos lados… hay locura por doquier. Qué pasó? No lo sé.

Algunos dicen que son las repercusiones del cambio de siglo… otros le echan la culpa a la capa de ozono y al famoso cambio climático, una rama muy seria de la gastronomía culpa al conservante de las papas Pringles, profesionales como Cormillot dicen que es el abuso de los alimentos light y mi abuela dice que la culpa de todo la tiene el ACTIVIA… Si alguno de ustedes tiene la respuesta correcta, lo invito a desasnarme. Yo por ahora pienso cómo mi abuela. Tanto Activia, tanto Activia, andan todos mandándose flor de cagadas.

Sea por lo que sea, lo cierto es que la gente esta mal. Y no hay que ir muy lejos para comprobarlo… basta con subir al subte o a un colectivo que las evidencias son inmediatas. No hay dudas. Todos somos un poco locos, y todos nos hemos cruzado con alguien todavía más loco que uno. De hecho, Melina siempre dijo, “yo no puedo abrir la boca… a loco, loca y media”. Pero esta vez alguien le ganó.

Melina tenía 29 años, trabajaba en una farmacia y toda su vida había vivido en la ciudad de Venado Tuerto, Santa Fe. Hacía un año que estaba sola, recomponiéndose de una relación muy larga, de esas que empiezan en la adolescencia y que la juventud arruina con la rutina y el acostumbramiento. Y como resultado de esa recuperación, al sentirse cada vez mejor, un día también decidió cambiar de aire, y se mudó a Rosario con una amiga que también acababa de separarse.

Buscó trabajo en otra farmacia, cerquita de su nuevo hogar, y para integrarse a la sociedad rosarina, se inscribió en unas cuantas actividades. Entre ellas, clases de salsa. Todos los jueves a las veinte horas, Melina asistía religiosamente a las clases de salsa.

Era un grupo agradable. Y entre los hombres del grupo, se destacaba Jesús. Jesús tenía un año más que ella, soltero, trabajaba en el puerto durante el día y estudiaba sociología por la noche. Bailaba como los dioses (¿quizá por tener el nombre del hijo de Dió?) y era extremadamente simpático. Aunque cuando el baile comenzaba, Jesús parecía trasladarse a otra dimensión... una especie de autismo se apoderaba de él (para mi que se daba una vueltita por el cielo y visitaba al viejo!)

Una noche, terminada la clase de salsa, Jesús acompañó a la parada del colectivo a Melina y la invitó a salir. La cita sería al día siguiente. Melina emocionada por la invitación y porque Jesús, a pesar de sus momentos de autismo, le encantaba, pasó toda la tarde del viernes probándose combinaciones de ropa, zapatos y carteras para lucir preciosa para él. Su amiga la peinó y una vecina con la que pronto se habían relacionado, la maquilló. Según los planes, Jesús pasaría a las nueve de la noche por ella, e irían a cenar.

A las nueve en punto suena el timbre, los nervios y la emoción invadieron a Melina, que con vos de locutora atendió: Jesús? ya voy! – y salió a su encuentro. Pero no encontró a nadie. Esperó unos segundos y cuando ya estaba dando media vuelta para entrar a su casa, riéndose a carcajadas, escondido detrás de un auto, apareció Jesús. Tentado de la risa. Casi ahogado, diciendo con el poco aire que le quedaba “si te hubieras visto la cara!!!”

Melina se sorprendió un poco. Un poco mucho en realidad. No le pareció la mejor broma… pero tampoco dijo nada. Y fueron a cenar. Durante la cena conversaron de todo un poco, y sólo un par de veces aparecieron los famosos momentos de autismo (o visitas al Padre de Jesús). Cuándo Melina le llamaba la atención por su viaje a la estratósfera, él simplemente contestaba que estaba pensando.

Terminaron de cenar. Sin dudas habían tenido una velada agradable. Incluso hicieron planes para una nueva cita. Todo marchaba bien hasta que Jesús pidió la cuenta. El mozo asintió con la cabeza en señal de ya te la traigo, no me rompas las pelotas… y a los diez minutos apareció con una especie de libretita de cuero donde se escondía la cuenta. Jesús tomó la libretita, la mantuvo cerrada y mientras miraba hacia arriba, con el seño un poco fruncido y expresión de estoy pensando dijo “si acierto el monto, pagás vos”.

Melina sonrió pensando que era una broma. Pero Jesús dijo 175 pesos, y acertó. Llamó al mozo por segunda vez, y dijo “la señorita paga, el baño dónde está?”. Se levantó, y dejó sola a Melina frente al mozo que insoportablemente la miraba esperando el dinero.

Ella pagó porque en ese momento la invadió una sorpresa tremenda acompañada de una vergüenza más tremenda provocada por la mirada inquisidora del mozo, y pensó que luego Jesús le devolvería la mitad de lo gastado en la cena, que sólo había sido una jodita. Pero eso no sucedió. Jesús regresó del baño y no se volvió a hablar del tema. Simplemente propuso acompañarla caminando hasta su casa y hablar en la semana para coordinar una segunda cita.

Melina llegó a su casa y convocó a la junta de loras. Vino la vecina, estaba su amiga con quién compartían casa, y se sumó una a la distancia a través de Skype. Más allá de las carcajadas y sorpresas por la reacción del pibe, todas concluyeron que seguramente la próxima salida invitaría él, y que no tenía nada de malo que la mujer pagara la cuenta. Claro, seguía haciendo ruido el modo en que se dispuso quién pagaría, pero la junta de loras decidió que valía la pena darle una chance más a Jesús, aún cuando le gustaba jugar a las escondidas.

Entonces pasaron unos días y volvieron a verse. Esta vez estaba esperando en la puerta, no hubo juego de escondidas. Fueron a tomar algo y sin hacer ningún planteo, él invitó el par de tragos. Otra vez charlaron de todo un poco, otra vez los minutos de autismo. Melina pensaba que en el futuro le preguntaría algo respecto de esa actitud, porque le parecía bastante extraña.

Cuando salieron del bar, se ofreció a dejarla de pasada en taxi y Melina aceptó. Entonces se ubicaron en una esquina para aumentar las probabilidades de dar con un taxi vacío. A lo lejos se veía venir uno con su cartelito de LIBRE encendido, pero Jesús dijo “ese no, paremos otro”. Luego por la otra calle apareció también uno libre, pero Jesús dijo “mmm ese tampoco”. Pasó otro taxi libre y Jesús tampoco quiso tomarlo. Intrigada, Melina le preguntó qué tenían de malo esos taxis que no los habían tomado, y Jesús contestó “para subirme a un taxi tienen que tener patente con letra H”. Melina estalló en carcajadas y preguntó si estaba hablando en serio. Por supuesto, dijo él. Y quiso el destino que el siguiente taxi tuviera patente HAH 956. Entonces se subieron.


Nuevamente Melina convocó junta de loras, y la frase “ese pibe está loco” se repitió una y otra vez, mientras todas se reían imaginando la cara de Melina. Esa noche Melina y Jesús habían quedado en verse el jueves en salsa, y si ambos podían, al terminar la clase irían a cenar.

Llegó el jueves, un día bastante gris, de cielo encapotado. Se encontraron en salsa y baliaron juntos la clase entera. Mientras bailaban también decidieron a dónde irían a comer. Y como el tiempo estaba tan feo, Jesús sugirió no alejarse mucho de la zona. Y terminaron la clase, y salieron rumbo a un bodegón que estaba a media cuadra. Se sentaron, ordenaron… el cielo estaba tremendamente cargado… y sucedió. Sí. Algo tan simple como la lluvia. Pero sucedió. Se desató un diluvio en el mismo momento que terminaban de ordenar.

Jesús empalideció. Enmudeció. Melina no entendía nada y para descomprimir un poco la situación sonrió y dijo “bueno… es sólo lluvia!!! No se termina el mundo…” Pero al parecer, para Jesús la lluvia era algo más que lluvia. Le costaba hablar, pero finalmente lo logró, y tartamudeando dijo:

“me vas a disculpar pero tengo un mambo bastante extraño con la lluvia, me deprime, necesito irme ya a mi casa. Cancelá lo mío, vos si querés quedate, yo me voy corriendo porque un taxi con H va a tardar en pasar. Te llamo pronto”

Otra vez no era joda. Efectivamente se levantó, le dio un beso en la mejilla, y desapareció, corriendo como bólido. Nunca más lo vio. Melina lo llamó para ver si había llegado bien, y no contestó. Pasaron los días y no sólo no llamó ni contestó sus llamadas, tampoco a salsa volvió.


La junta de loras en cada convocatoria se sigue preguntando QUE HABRÁ PASADO CON JESUS? Dicen las malas lenguas que el pibe era fanático de papas Pringles…

Consejo: aflojen con ese veneno!

LES DIJE QUE HAY GENTE LOCA....!!!