Habiéndolo pensado bastante, decidí no cerrar el blog y publicar los viernes, siempre y cuando haya material. Digamos, le escapo a la rutina de los lunes, miércoles y viernes y me entrego al destino, que en este caso, lo dictan ustedes. No sean amargos y compartan sus anécdotas, que yo me comprometo a darles forma! Y a imaginar. Así que vos, que estás al pedo, por qué no me mandas una historia, como hizo Jimena, eh?
Porque si, la verdad es que hay mucha gente que está al pedo… No, al pedo no: Al reverendo pedo! que suena mucho más al pedo aún. Pero está bueno! Porque gracias a lo al reeeeeeeepedo que estaba Jimena aquella fría y solitaria noche, hoy tenemos algo que contar!
Jimena hacía más de 4 años que estaba sola. No enganchaba ni la ropa en una silla de madera astillada. No había pibe que le viniera bien y ya empezaba a preocuparse de su soltería. La gente que la rodeaba estaba más preocupada aún, y como si fuera poco, su hermana menor estaba a punto de casarse, con lo cual el comentario habitual y torturante de su madre y abuela era “Jimenita… vas a quedar para vestir santos… porqué no imitás a tu hermana…”.
Una vieja más hija de puta que la otra. Pero Jimena para no alterar el orden familiar, no las mandaba a la mierda. Simplemente, cuando llegaba a su casa, sola, se miraba al espejo y se repetía “mejor sola que mal acompañada”.
Y así pasaron varias noches de soledad. Una noche, fría y solitaria del mes de julio del 2008, por alguna razón desconocida, quizá hartazgo de conciencia, quizá demasiado estar al pedo, Jimena se propuso emborracharse sola. Se abrió un vinito. Prendió un cigarrillo. Prendió la radio y sintonizó un dial a azar.
Por desgracia, o no, dado que hoy tenemos qué contar, dio con un dial religioso donde un carismático pipistrulo que oficiaba de locutor relataba unos “consejos para no sentirte solo, porque vives en compañía de Dios” (¿? A la mierda! Lo bueno de vivir con Dios es que no te usa el control remoto de la tele, no deja la tapa del inodoro levantada, no te toma
Y pasaron los comerciales y salieron al aire los mensajes prometidos. Dejó un mensaje Ramón, otro mensaje lo dejó Irma, también había llamado un tal Roco y finalmente se escuchó el mensaje del Chaiman:
C: Estoy solo. Sin amor no soy nada. Llamame. Chaiman.
Y Jimena que ya se había bajado media botellita de vino y que seguía tentada por los comerciales y los mensajes anteriores, tomó nota del número de la radio y llamó.
J: Chaiman, yo también estoy sola. Te mando un beso.
Y como tantas otras veces que el diablo mete la cola, terminó armándose flor de quilombo. El locutor, después de salir al aire el mensaje de Jimena (que no había dejado su nombre, dicho sea de paso) alucinó con que se había formado una pareja. Entonces los invitó a dialogar por la radio a través de mensajes al 4856 4562.
L: Chaiman, ella te llamó. Ya no estás solo. Dios te vuelve a encontrar con el amor. Dios nos pone siempre en camino al amor, hermanos! Y vos, que no has dejado tu nombre, pero que pensaste en él… él te espera. Este número 4856 4562 es ahora vuestro espacio para encontrarse.
Jimena que ya estaba totalmente borracha, entendió la onda del pipistrulo locutor y se enganchó. Pensó: y si de esto sale algo bueno? Y si conquisto un novio… que me importa si es lame santos! Yo quiero un novio! Y volvió a llamar.
J: Chaiman, me encantaría verte.
El locutor estaba como loco. Le faltó gritar “Aleluya Aleluya!” y cerraba con moño el programa. Pero se controló, y a cambio solo dijo:
L: Y llegando al final, un nuevo mensaje para Chaiman… Chaiman, a ella le encantaría verte. Mañana, mañana otro nuevo programa… y una nueva oportunidad para el amor. Mañana es tu día para enviarle una respuesta.
Jimena se fue a dormir totalmente borracha y tentada de la risa. Lo que menos se imaginó fue que el Chaiman también se engancharía en este cotolengo. Pero por algo, a la siguiente noche volvió a sintonizar el dial. Y antes de llegar la segunda tanda de mensajes, el pipistrulo locutor anunció:
L: quédense ahí, al regreso de los comerciales, la respuesta del Chaiman…
Terminaron los comerciales y salió al aire el mensaje del Chaiman y luego, otra vez el locutor:
C: Te espero en el bar de Corrientes y Yatay, mañana a las siete de la tarde.
L: la humildad, la entrega y la esperanza de estos seres es divina. Dios enviará a sus ángeles para guiarlos en esta historia de amor.
Jimena estuvo el resto de esa noche, mientras el programa sonaba de fondo, pensando en qué haría al otro día. Conocía el lugar. No correría ningún tipo de peligro. Si era joda, lo peor que podía pasar era que el flaco no fuera. Y si hay gente que se conoce por Internet, por qué ella no podía conocer a alguien a través de la radio… (Convengamos que la radio no era el problema, sino el tipo de radio… muy particular… demasiado particular!!!)
A las siete de la tarde Jimena entró al bar. En una mesa, sobre la esquina, estaba un muchacho solo, mirando hacia todos lados y revisando el reloj. Jimena se acercó:
J: hola, vos sos Chaiman?
C: hola, si, y vos sos…?
J: Jimena
C: un gusto… y cómo sabés quién soy?
J: por la radio
C: ah… vos escuchás esa radio…
J: sí
C: mirá vos… y viniste a presenciar el reencuentro? Nunca se me hubiese ocurrido…
J: ¿?
C: mi ex no llega… vos crees que vendrá? Se habrá arrepentido? Mmm no creo… debe estar demorada por algo… que loco, nunca se me hubiese ocurrido que nos reconciliaríamos así, por la radio…
Jimena seguía parada al lado de su mesa, mirándolo. Él con cara de enamorado y arrepentido (ternero degollado que le dicen, vio... alguna cagada se había mandado y por eso lo habían pateado). En un segundo Jimena comprendió todo, y no sabía si decirle la verdad o marcharse, dejando al Chaiman solo, esperando a alguien que jamás aparecería… y le dio pena ocultarle la verdad, y le contó todo tal cual había sucedido.
Damián, ese era su nombre verdadero, hacía dos semanas se había peleado con su novia, y aquella noche llamó a la radio porque estaba solo, sus padres habían salido… y le mandaba ese mensaje a su ex, con la que siempre escuchaba el programa, para que se animara a llamarlo…, ya no sabía qué más hacer para que ella le diera bola y lo perdonara (vieron que alguna cagada se había mandado…). Y cuando escuchó el llamado de Jimena, diciendo que también estaba sola y que quería verlo, su vida había recobrado sentido.
