Alguna vez les debo haber contado que hay una pila de palabras que, por cómo suenan, no me gustan. Y seguramente esa vez me debo haber acordado de sobaco, sorongo, mercería, Barolo, colitis… Tampoco me gustan esas palabras que invitan al doble sentido… porque son capaces de meterte en flor de quilombo, y si creen que exagero, miren lo que le pasó a Franca.
Franca es una española de 34 años, que vino por 6 meses de intercambio a Buenos Aires. Nosotros mandamos un argento a Barcelona a trabajar a una institución pública, y ellos mandaron a Franca. Que para serles franca, es bastante despistada.
Franca hace más de dos años que está sola. Y estando todavía en España, había caído víctima de una etapa un tanto depresiva a raíz de su soledad. Básicamente, creía ser tan fea que nadie la miraba. Y como no la miraban, tampoco le daban chance a demostrar lo mucho que ella es capaz de querer, decía. Frases como la de Saint-Exupéry o eso de que la belleza del alma es lo que importa, ponían de tremendo mal humor a Franca.
Cuando se enteró que había sido elegida para el intercambio, sintió una gran felicidad porque pensó que el cambio de aire la ayudaría a salir de ese estado de ánimo. Además, Franca, que toda su vida había oído hablar del “clásico chamuyero porteño”, sentía que ni bien llegara a Buenos Aires, seguramente su autoestima se recuperaría.
Comenzó a trabajar en enero. Lindo… el veranito porteño… una humedad ese año! al principio todo le parecía bastante calmo. Claro, era enero. No había tanta gente en la calle, los bares y boliches no rebalsaban… en su trabajo muchos compañeros estaban de vacaciones. Pero después llegó febrero, la gente regresó a sus lugares de trabajo… y el microcentro porteño se fue poblando tal como le habían contado.
Entonces la onda porteña le empezó a caer mejor. En particular la onda de Marcos, un compañero de trabajo del nivel superior. Generalmente lo cruzaba en el ascensor y en alguna que otra reunión. Marcos era un tipo muy simpático, carilindo, soltero y chamuyero. Todas las mujeres de la institución coincidían en su descripción.
A los tres meses de estar en Buenos Aires, Franca se había integrado a su grupo de trabajo y su ánimo había cambiado rotundamente. Los hombres argentinos la piropeaban, y Marcos le prestaba bastante atención. Pero las mujeres tenemos esa capacidad de confundir todo, y Franca no iba a ser la excepción! Es un mal femenino mundial.
Para ella la simpatía de Marcos y su atención eran síntomas de algo más que una mera relación cordial de trabajo. Y voló tan alto con su fantasía que se embobó. Y cuando eso sucede, la mujer corre peligro de papelón, de ver lo que quiere, escuchar lo que quiere…y en este caso, leer lo que quiere.
Pasó que un viernes mientras volvían de almorzar y compartían ascensor, Marcos comentó que estaba desbordado de trabajo. Sin embargo no aclaró de qué se trataba su trabajo… y Franca, con la más clara intensión de pasar más tiempo a su lado, se ofreció a ayudarlo. Contá conmigo si necesitas ayuda, dijo. A la hora, Franca recibe un mail de Marcos que decía:
Franca, querés venir a mi piso a foliar?
Y Franca, que estaba presa de la bobera contraída el día que lo conoció, y porque además es una mujer muy colgada y atropellada, interpretó que Marcos la estaba invitando a su departamento a follar!
Primero pensó “qué directo” pero luego lo justificó como pudo, o mejor dicho, como su ansiedad por estar con él se lo permitió: “ah, cierto, es chamuyero”, “ya somos grandes”, “seguramente le gusto mucho”, “para qué andar con tantas vueltas”…
Lo cierto es que sin la más remota intensión de darle una alegría a Franca en su departamento, Marcos tuvo la mala fortuna de escribir algo tan sencillo y habitual en la administración pública como es la palabra foliar. Y quiso el cerebro de Franca interpretar la palabra piso con un sentido netamente gallego –que como todos sabemos, le llaman piso a un simple departamento– Pero lo que es peor, leyó lo que realmente quería leer, y jamás reparó en la falta de la segunda ele para que realmente la palabra escrita por Marcos fuera follar.
Cuestión que entre su cerebro confundido, sus ganas de que Marcos le diera bola, la calentura acumulada, la ansiedad y la maldita combinación de palabras, sin leer nuevamente el mail Franca respondió:
Tú frontalidad asusta, guapo! Pero me parece genial! A qué hora y dónde es la cita? Llevo un vino para brindar. Pensé que jamás me invitarías a tu depa…

FIJESE UD EL QUILOMBO
QUE SE ARMA POR UNA PUTA “L”