viernes, 24 de diciembre de 2010

CRÓNICA DE UN FINAL ANUNCIADO


Con el final de este año estupendo, ha llegado el final de este blog. He contado muchas anécdotas, han desfilado muchos personajes, me he divertido muchísimo y he podido hacer algo que realmente me gusta, escribir. Estoy muy contenta. Sin embargo he decidido dejarlo acá, yo se los anticipé… no me sale crear hábitos!!!


Quizá el año próximo, o quién sabe cuándo, nos crucemos en otro blog, con otra temática, por qué no? Por supuesto, siempre persiguiendo el humor. Por lo pronto, ya sé que el 2011 no será un año de anécdotas. Espero sí sea anecdótico, pero por los buenos momentos que nos toquen vivir.

A todos, los que enviaron material, los que comentaron, los que difundieron o sólo leyeron, millones de gracias por el apoyo. Fue un honor escribirles. Ojalá se hayan divertido tanto como yo. Muchísimas felicidades, y espero reencontrarnos pronto!

Pura vida! & good show!


CON ESTA NOS VAMOS

Eh notado durante este año que los post que más éxito tuvieron fueron los de puterio en lugares de trabajo y los subidos de tono algo perversitos… y así como busqué la mejor anécdota para empezar este blog, me siento en la obligación de despedirme con algo de lo que les gusta, entonces qué mejor historia que una combinación de puterio y perversión! Con esta nos vamos! Hasta prontooooo!

Cuando sucedió lo que les voy a contar, Agustina, el personaje femenino de esta historia, tenía 32 años. Abogada, vivía con una amiga en el barrio de Palermo con la que hacían juntas muchas actividades después del trabajo. Los fines de semana eran días de fiestas y paseos. Por supuesto, Agustina estaba sola... y a la pesca de algún masculino que la mimara un poco.

Trabajaba en un estudio jurídico con varios varones y mujeres más o menos de su edad. Llevaba unos cuantos años en ese lugar y con todos sus compañeros había llegado a forjar una relación de amistad, salvo con Rodrigo, con el que tenía una relación un poco extraña. Rodrigo era un par de años más grande. Estaba solo. Vago como pocos… vivía de joda.

Algo había entre ellos que iba más allá de la amistad, pero que nunca superaba al mero histeriqueo. Los chats hot en horas de trabajo eran un clásico. Los jugos de mano, (rompedero de ano, diría mi bisabuela) otro clásico más. Los comentarios irónicos delante de sus compañeros, moneda corriente. Si les tocaba hacer tribunales juntos, demoraban el doble que el resto. Todo el mundo sospechaba que algo pasaba entre Agustina y Rodrigo, pero nadie tenía certeza de ello, por supuesto, si ni ellos mismos la tenían.

Esto sucedía desde hacía varios meses. En algún momento les tocó compartir un caso, entonces al histeriqueo habitual se sumaron las horas que compartían solos en la oficina, cuando todos ya se habían ido. Y en esas horas sucedían cosas… masajes, por ejemplo. Pero no imaginen más. A esa altura, todavía no se habían dado ni un pico.

Claro que como sucede siempre, y en especial a las mujeres, la fantasía de poder llegar a algo serio crecía en Agustina, que después de cada situación de estas se reunía a teorizar sobre Rodrigo con la cooperativa (asociación de amigas que aconseja a una miembro del grupo sobre la conducta de los hombres, son la voz de la experiencia, la cooperativa aprueba ó no, la regla N° 1 es un hombre debe conquistar a la chica y a la cooperativa).

La cooperativa sugirió que organice una salida, algo espontáneo. Que no pareciera una cita. Pero no era una idea fácil de concretar. Además estaba siempre el orgullo, ese orgullo que la llevaba a pensar “por qué no propone él vernos en otro lugar”. Hasta que una mañana se enteraron que había una exposición gratuita de un pintor muy famoso en un edificio muy bonito, y escuchó que Rodrigo, hablando con otro de los compañeros, dijo que tenía ganas de ir. Entonces ella se apresuró y le dijo: yo voy cuando salgo de acá, vamos juntos si querés. Y Rodrigo aceptó.

Fueron a la exposición, todo fluía dentro de un entorno muy natural… pero cuando ya lo habían visto todo, se fueron uno para cada lado. La cooperativa y Agustina quedaron sorprendidísimas. La estrategia no había funcionado. Había que volver a pensar porque a pesar de esto, el histeriqueo seguía.

A la par que se desarrollaba esta historia, la gente de la oficina también se juntaba a fantasear sobre Agustina y Rodrigo. Habían montado una novela propia, las sospechas se acrecentaban pero las pruebas seguían sin aparecer. Los más interesados eran tres personajes de lo más fastidiosos, no por nada llamados los tres chiflados. Estos tres maliciosos decidieron develar la verdad y comenzaron a investigar.

Habían encontrado la forma de leer el historial de MSN de Agustina, que no era precisamente muy entendida en cuestiones de medidas de privacidad. Y así fueron enterándose de los chats hot y las dudas iban aclarándose.

Los masajes, las charlas tomados de la mano y los juegos bruscos o forcejeos seguían repitiéndose. Pero hasta entonces, ni un beso. Agustina estaba dispuesta a llevar el asunto fuera del estudio, pero nunca llegaba la propuesta. La cooperativa era de la idea que a Rodrigo le pintaba el morbo en la oficina, y que si Agustina quería concretar algo con él, iba a tener que ser ahí. Después verían.

Los tres chiflados se despanzaban de risa leyendo no sólo los chats hot, sino también los divagues de Agustina y sus amigas que no entendían la actitud del muchacho y se exprimían el cerebro buscando una explicación y diagramando una estrategia. Según se desprendía del ultimo chat leído, el fin de semana Agustina y Rodrigo tenían que cerrar un caso y se juntarían el sábado a trabajar en el estudio. Ese día, Agustina daría el primer paso y cuando llegara el momento oportuno, le sugeriría a Rodrigo ir a su casa. Entonces ahí se revelarían todos los misterios… y si él arrugaba, entonces ya no se prestaría más al juego.

Llegó el sábado. Se juntaron a las diez de la mañana. Trabajaron hasta el medio día y salieron a almorzar un par de horas. Cuando volvieron, la alarma no estaba puesta, lo cual les resultó extraño porque Rodrigo estaba seguro de haberla activado antes de salir. Pero tranquilamente podía haber pasado alguien a buscar algo y haberse olvidado de activarla al irse. Era habitual que los socios o cualquiera de los abogados trabajara desde sus casas el fin de semana y pasara por el estudio a buscar algún material necesario. Lejos de preocuparse, confiaron en la luz de entrada apagada como señal de oficina vacía y no revisaron nada.

Agustina se sentó frente a la computadora, dispuesta a retomar la tarea. Pero Rodrigo no. Él se paró detrás de ella y comenzó a masajearle suavemente el cuello, los hombros, la espalda… y así fue bajando hasta la cintura. Pasó sus manos por debajo de la remera de Agustina, masajeó su cintura, fue subiendo hasta llegar a sus pechos, y ahí se quedó. Entonces ella se relajó, cerró los ojos y lo dejó seguir con lo que él estaba haciendo.

Agustina no es conciente del tiempo que llevaban franeleando, pero estima que habrán sido sólo 2 minutos. En medio del silencio irrumpe una tosecita seguida por un carraspeo y una voz subida de tono que dijo:

Socio: Se puede saber qué están haciendo ustedes dos acá?

Rodrigo se quedó inmóvil, tumbado sobre la cabeza de Agustina y con las manos en los pechos de ella. Giró la cabeza, ella por fin abrió los ojos y miró hacia el mismo lado. Quien los había agarrado con las manos en la masa (o en los pechos, como ustedes quieran!) era el socio más antiguo del estudio, un viejo conservador e intolerante temido por el estudio entero.

Mudo, Rodrigo se incorporó, retiró lentamente sus manos de los pechos de Agustina y se las guardó en los bolsillos, se encogió de hombros y ante la reiteración en un tono más enérgico de la pregunta, respondió:

R: Cerrando un caso… señor.

A Agustina no le daban las manos para acomodarse la remera y la pollera, que habían quedado totalmente descontroladas de tanto manoseo. Se puso de pié en un segundo, le zampó una cachetada a Rodrigo y mirándolo fijamente, en voz bien clara agregó:

A: es que este tipo si no es acá en la oficina, no agita nada! Cuánto tiempo más necesitás? Cagón!

Agustina agarró sus cosas y se fue gritando RENUNCIO! ESTO ES UN PAPELÓN! y atravesó la sala llena de furia pasando delante del socio, que dicho sea de paso, había llegado al medio día mientras ellos almorzaban y se había encerrado en su oficina a investigar un fallo.

Agustina, una mina con huevos! O no? Y la cooperativa? la cooperativa todavía se pregunta qué problemita tenía el flaco!!! Y los tres chiflados? Carcomidos por la intriga preguntaron a Agustina la razón por la cual había renunciado, se enteraron de todos los hechos y gracias a ellos, que rompieron su silencio, tuvimos una historia para terminar este blog.

HASTA SIEMPRE!!!!

viernes, 17 de diciembre de 2010

OSITO CARIÑOSO


Hay mujeres y hombres que a juzgar por las parejas que han tenido, claramente puede decirse que tienen un estilo de pareja definido. Y también están las mujeres y hombres que han tenido de todos los gustos y colores, siendo desde mi humilde punto de vista, fieles representantes de aquel dicho que dice “en la variedad está la diversión”.

Graciela pertenece al primer grupo. Tiene 40 años y ha estado de novia desde los 16, con intermitencias no muy prolongadas. Nunca tuvo suerte (¿?), es decir, nunca dio con el hombre indicado. Todas sus relaciones por una cosa u otra, se terminaron. La mayoría en buenos términos, simplemente se esfumaba el amor. En un par volaron ceniceros y en sólo una la agonía fue fatal.

Todos estos muchachos que desfilaron por su vida tenían ciertas características físicas en común. Eran flaquitos, de tez blanca, rubiecitos de pelo lacio y medio altitos. Pero las coincidencias no acababan en lo físico. Varios de ellos se llamaban Martín, también tuvo a la dinastía Charly, y en cuestión de profesiones, la mayoría del rubro de las ciencias exactas.

Hace un par de años, una de sus mejores amigas le sugirió que cambiara de estilo de hombre, insinuando que su fracaso sentimental podría estar relacionado con esa cuestión. Graciela lo pensó y estuvo de acuerdo. Por qué no probar con otro estilo de hombre, y por qué no, con la antítesis misma de ese modelo de hombre que había sido una constante en su vida.

El punto era que no tenía muchas posibilidades de conocer hombres. La mayoría de sus amigas estaban casadas, amontonadas o en pareja, entonces no tenía con quién salir. Y a los amigos de los esposos y novios de sus amigas, ya los conocía y ninguno le despertaba interés.

Así fue como decidió suscribirse a una página web de citas. Al poco tiempo, cuando se sintió segura de encarar un e-dating, comenzó a salir con muchachos que como había decidido, no compartieran ninguna de las características que poseían sus ex. Entonces conoció pelirrojos, pelilargos, de pelo ondulado, pelados, gorditos, no tanto, morenos y castaños. Pero la cosa no prosperaba.

Una mañana, sentada meditabunda con la vista clavada en el osito de peluche que adornaba el escritorio de su compañero de oficina, tuvo una imagen. Se imaginó, ni más ni menos, con él, con Gustavo, su compañero, ese con el que compartía prácticamente todos los días de su vida, ese con el que se divertía cotidianamente, con el que redactaban informes mensuales, con el que reflexionaba a cerca de la vida, ese, que estaba divorciado hacía varios años y que tenía tan solo 5 años más que ella. Amable. Simpático. Y fundamentalmente, antítesis de cualquier patrón masculino de su pasado.

Y la imagen que vio le gustó. Y se preguntó por qué no? Habría estado ella tan distraída todo este tiempo que no reparó en alguna insinuación de Gustavo. Por qué ahora le venía esa imagen. Tendría que ver con esto de cambiar de estilo? Gustavo era grandote, alto, fornido, morochón, barbudo y de bastante bello en cuerpo, aunque de marote pelado. Su voz de locutor siempre era motivo de elogios. Era un ejemplar de macho seductor, según tres secretarias.

Y comenzó a prestarle atención y a mirarlo de otro modo, a reparar en varios detalles y a “atar cabos”. Y cómo aquella gallega que nos mandaron de intercambio y leyó lo que quiso leer, Graciela se embaló con esta idea y se subió a su fantasía.

Obviamente, Gustavo ni enterado. El tiempo iba pasando y la fantasía de Graciela se acrecentaba. Pero Gustavo no agitaba una. Entonces todas las teorías apuntaban a que 1) Gustavo no daba el primer paso porque era tímido para estas cosas y no se animaba, 2) temía que ella lo mal interpretara porque eran compañeros de trabajo, 3) pensaba que al ser compañeros, la empresa no lo vería conveniente, 4) estaba esperando el momento oportuno.

Pero a decir verdad, ninguna de esas teorías era correcta. El tiempo seguía pasando y Gustavo no daba señales de nada. Entonces apareció la típica amiga que se las tira de atrevida y decidida y te presenta las soluciones más osadas, sugiriéndole a Graciela que lo encarara ella. Y Graciela que veía pasar su reloj biológico como un bólido, y que jamás en la vida se había atrevido a nada, aceptó el desafío.

Estuvo una semana intentándolo y no conseguía el valor para encararlo. Hasta que un medio día, en medio de una conversación muy alegre, se atrevió. Le contó todo, cómo había llegado hasta esa imagen que tuvo de él y ella juntos, que había comenzado a reparar en miles de detalles que antes, por cotidianos, le había restado importancia, le dijo que estaba enamorándose de él, y que si a él le estaba pasando lo mismo, le proponía darse una oportunidad.

Gustavo escuchó atentamente hasta el final, cuando ella terminó y se quedó con cara de “y? qué me contestás?”, él se levantó y cerró la puerta de la oficina. Entonces se sentó al lado de ella, tomando previamente el osito de peluche que adornaba su escritorio desde hacía un par de años, y con mucha suavidad y mirando al oso le dijo:

Gus: ves este oso? Soy gay. OSO. Sabés de qué se trata?

Gra: disculpaaaMeeNoLoSabíaaaaCheeeQueTePariooo!!

Y se puso colorada y recordaba el discurso que acabada de decir… mientras Gustavo se tomaba la cabeza y preguntaba:

Gus: cómo pudiste fijarte en mi??? si no tengo un solo rasgo de tu prototipo de varón!

Gra: precisamente… precisamente…

En fin. A no fantasear querida! A no fantasear! Y a seguir buscando, o esperando, da igual. Y del prototipo que venga! que como diría mi abuela, ya estás en edad hija… ya estás en edad…


OSITO TIERRRRRNOOOO GRRRR!!!

viernes, 10 de diciembre de 2010

PACHONCIIIIIIIIIIIITO!


Nunca entendí muy bien esa confianza que se crea entre vecinos, sobre todo en las ciudades chicas, que llega a tal punto que hace ver con total normalidad ingresar a casas ajenas sin siquiera golpear la puerta antes de entrar. Está muy bien crear esos lazos y los prefiero a la frivolidad de las grandes urbes, pero viejo… un golpecito de anuncio no estaría mal! Gritame en vos alta y avisame que vas a entrar! Que me podés encontrar en bolas!

Mariela piensa igual que yo. Y desde que vive en Capital, se desentendió de esa cuestión porque acá, como suele decirse, “nadie se mete con nadie”… hasta que se mete! Y esta vez, se metió un portero!

Mariela lleva casada con “el Pela” más de diez años. Hoy por hoy están muy bien, pero hace cosa de dos años, atravesaron una crisis de esas que preferible estar bien lejos. Vivían peleando. Por una cosa u otra, no había noche que reinara la paz en ese hogar. Los motivos eran varios, pero el que importa en esta historia es sólo uno.

El Pela estaba algo agotado física y psíquicamente. El stress del laburo, quilombos con sus padres, el auto vivía en el taller, las demandas de sus amigos, de sus hijos, en fin… era un corso a contra mano. El resultado de todo este agotamiento se reflejaba en la cama. Había perdido el deseo sexual.

Entonces a todo lo que lo agobiaba, se sumaban los reclamos de Mariela. Las dudas, los cuestionamientos…

Una noche en medio de reclamos, el Pela le dijo a Mariela que tampoco se sentía muy estimulado por ella. Que ella simplemente reclamaba pero nunca le ponía un toque de onda para seducirlo de alguna manera. Que se quedaba esperando y nunca iniciaba nada. Mariela se quedó algo sorprendida porque siempre había sido así como el Pela decía, él tenía razón. Pero ella pensaba que así era como funcionaba. El siempre había sido iniciador, siempre había tenido una postura muy machista y dirigía los encuentros en la cama. Y ella siempre estuvo cómoda con eso, y jamás se le ocurrió que él podía necesitar otra cosa.

Entonces esa noche se acabó la discusión con un “tenés razón” de Mariela. El Pela la miró perplejo, porque no se imaginaba esa reacción. Y se durmieron. Los días fueron pasando y un día Mariela se animó a dar el primer paso en la previa, en realidad, el primer manotazo. El Pela estaba medio adormecido y sintió a Mariela que logró el efecto deseado... y pasaron una buena noche.

No obstante la crisis continuaba porque el resto de los temas seguían sin resolverse. Una mañana mientras desayunaban pelearon fuerte. Y otra vez el Pela tuvo razón. Mariela sentía que estaba metiendo la pata muy seguido y pasado el medio día lo llamó por teléfono y le pidió perdón, y prometió sorprenderlo esa noche. Una de sus amigas le tiró una idea. Le prestaría un disfraz de mucamita, muy ligero de prendas, para esperar a su marido.

El Pela ese día llegaba tarde, tipo 10. Mariela había cocinado algo rico para comer frío después del recibimiento que tenía planeado. Llenó el cuarto de velas, se puso el disfraz de mucamita, que prácticamente lo único que tenía de mucamita era una cofia y un delantalcito diminuto que dejaba vérsele todo. Se perfumó, y se tiró a mirar tele hasta que el Pela la llamara desde la cochera, como hacía habitualmente, avisándole que llegaba.

A las 10 en punto el Pela llamó. Entonces Mariela apagó la tele y todas las luces, quedando sólo la habitación levemente iluminada, dejó entreabierta la puerta de entrada para crear clima (el vecino del piso no estaba), y se tiró culo para arriba (dicen las malas lenguas que Mariela tiene un culo digno de admirar) en la cama para esperar a su esposo, luciendo solamente una bombachita “hilo dental”.

No habían pasando ni diez segundos cuando escuchó que empujaban la puerta. Mariela pensó “qué rápido subió el Pela” pero no prestó más atención que esa porque estaba concentrada en su acting. Entonces esperó a que entrara y cuando sintió los pasos que se acercaban lentamente a la habitación, se puso en cuatro lentamente en el medio de la cama y con vos y cara de relajada, mirando por entre sus piernas, con todos los pelos colgando y tapándole la cara, dijo:

M: Holaaaaaaaaaa patroncitooooo!!!

Pero no era el Pela el que estaba atónito parado en la puerta sosteniendo un encendedor en su mano derecha, con la mirada clavada en el culo de Mariela. No. Era José, el encargado de la noche que estaba recorriendo los pisos del edificio sacando la basura y al ver la puerta entreabierta y todo oscuro y silencioso, se asustó, pensó que habían entrado ladrones y sigilosamente decidió investigar.

Mariela cabeza pa’bajo y con todos los pelos en su cara tardó unos segundos en reconocer a José, que no se veía nítidamente entre la luminosidad de las velas y el encendedor pegado a su rostro. Y cuando cayó en la cuenta, no pudo más que gritar:

M: DEGENERADOOOOOOOOO QUE HACE USTED ACAAAAAAAAAA!

En medio del escándalo, Mariela tapándose con el acolchado y José intentando explicar por qué había entrado, cayó el Pela, que claramente no entendía nada. Su mujer disfrazada, casi en pelotas y el portero en su habitación, tartamudeando y sosteniendo un encendedor, y todo rodeado de velas. José salió cagando del departamento y Mariela y el Pela, OFCORSSSS dejaron el juego del “patronciiiitoooo” para otro momento.


BUENO ESTE NO ERA EL CULO DE MARIELA, SINO EL ENCARGADO HUBIERA RAJADO ANTES Y SE EVITABAN FLOR DE QUILOMBO!

viernes, 3 de diciembre de 2010

Y EL GEL SE LO QUEDÓ EL MÉDICO


No sé si habrán notado, pero últimamente se han puesto de moda los programas de TV o las notas periodísticas que tocan el tema “juguetes sexuales”. No es momento hoy, y al parecer no lo va a ser en lo que queda del año, al menos en este blog, de debatir sobre las virtudes de dichos juguetes. No. No viene por ese lado este post.

La conexión se la debemos a Virginia, que vio el programa del domingo pasado de la Su Giménez y se acordó que podía aportar una anécdota al blog.

Virginia tiene poco más de 40 años, recibió este nombre porque desde su concepción, sus padres proyectaban una hija pulcra, inmaculada y virginal. Pupila de los 7 a los 15 años, ha sido educada entre las más severas y conservadoras monjas de un pueblo de por acá nomás.

A los 15 años sus padres se mudaron de ciudad y ella por fin pudo liberarse de las monjitas. Para entonces, Virginia era una chica introvertida, seria, no veía con buenos ojos a las chicas de su edad que ya noviaban con algún muchachito… tampoco tenía muchas amigas. La liberación de su cabeza necesitaría unos cuántos años más.

A la par que el tiempo iba pasando, las cosas naturales de la vida comenzaban a amigarse con su forma de pensar. A los 18 años empezó la universidad y cada día le resultaba más difícil sustentar algunos pensamientos y costumbres. Incluso descubrió que le atraían los hombres, y se convención que no estaba mal comenzar a noviar, a pesar de su corta edad (¿?).

A los 20 años conoció a su primer novio. La noticia en su casa fue bien recibida porque el chico era muy juicioso, educado, de familia de doble apellido, trabajaba en el Estado y era hijo de una pareja amiga de sus padres. Salieron durante 6 años, pero ella se mantuvo durante todo ese tiempo “inmaculada y virginal”.

Virginia estaba muy enamorada, faltaban sólo un par de meses para el matrimonio, sería el futuro padre de sus hijos, todo un castillo giraba alrededor de él. Pero un día, ese castillo se desvaneció. Sin saber por qué, su príncipe la dejó.

Después de eso, Virginia estuvo un par de años sola y la frustración se apoderó de su espíritu. En el ínterin cambió de trabajo, y poco a poco se fue recomponiendo. Conoció gente nueva, comenzó a salir un poco, y ya no era tan conservadora como solía serlo antes. Algo se había roto con esa frustración.

Cuando cumplió 30 años conoció a quién hoy es su actual marido. Un hombre 5 años mayor que ella, del estilo de hombre a los que mi abuela llamaría “un picaflor”. Armando era muy fachero, chamuyero, había tenido muchas novias, y cualquiera hubiera dicho que Virginia sería una más. Pero no. Se enamoró perdidamente de ella y desde el primer día, prometió respetar su virginidad. Irían despacio, al ritmo que ella quisiera marcar.

Sos un diamante en bruto, le decía. Él estaba seguro que con paciencia, iba a tallar la joyita que acababa de encontrar. Y así lo fue haciendo, con mucha dulzura… y en poco tiempo, Virginia se había entregado al sexo con amor y con pasión cómo nunca antes lo había hecho.

De todos modos la cosa venía muy trabajada. Los avances eran delicados. La paciencia… la reina de la noche. Él tenía una convicción de fierro y ella una docilidad asombrosa.

Al año de estar juntos ya habían experimentado varias posiciones jugadas, habían logrado cierto nivel de confianza y hablar de sexo era algo más normal. Virginia ya no se sonrojaba! e incluso, comenzaba a tener ciertos comentarios chanchitos en la cama. Para entonces, Armando se sentía todo un goleador, de no ser porque su apellido no era Maradona, bien podría haberse llamado Diego. Un campeón.

Y así seguía trabajándola. Y ella la pasaba muy bien. La combinación funcionaba. Una noche Armando sumó a la previa un hielito, y a Virginia le encantó. Otra noche la llenó de crema, y también la pasaron muy bien. Hasta jugaron con un gusanitooo! Que tierno… o no?

Era así, de a poco iban innovando. De a poco se iban animando. Pero Armando sabía que tenía un límite. Ella no estaba de acuerdo con el sexo anal. Sin embargo, un día le pasó un dedito y ella disfrutó.

Pasó un tiempo después de ese dedito, y Armando propuso sumar un juguete pequeño para estimular la zona anal. Era una especie de palito delgado con una bolita en la punta, no parecía muy intimidante, y había tomado la precaución de comprar un gel lubricante. Virginia lo dudó un poco… pero la idea la erotizaba… entonces accedió.

Entonces Armando con mucha dulzura comenzó a jugar con la crema lubricante, que tenía algún componente mentolado y provocaba un efecto refrescante. Había pasado gel por todo el cuerpo de Virginia, y cuando notó a su mujer que estaba lista para jugar con el juguetito nuevo, lo hizo. Lo introdujo suavemente mientras veía como ésta se retorcía de placer.

Pero pronto Virginia comenzó a respirar raro, y a rascarse todo el cuerpo. El cuarto de Armando tenía un espejo muy cerca de la cama. La luz estaba prendida. Y en medio de la fiesta Virginia se pudo ver reflejada en el espejo, hinchada como un pez globo, y roja! Virginia era alérgica a la menta, ofcorssss Armando no lo sabía!

Se fue el clímax a la mierda y los nervios invadieron a Virginia, que contraía tanto su ano que impedía a Armando quitar el juguetito. Y mientras más nerviosa ella se ponía, más se contraía, y más nervioso también él se ponía. Cuestión que entre nervio y nervio, y apriete y apriete, de tironear tanto del palito se desprendió la bolita, quedando la misma dentro de Virginia.

Era la una de la mañana y salieron de urgencia al hospital, Virginia inflada, roja y con la bolita dentro y Armando pálido, con el gel mentolado en la mano. Explicarle lo sucedido a la señorita que los recepcionó en la guardia, no fue vergüenza menor. Y tumbarse culo pa’rriba para que el médico sustrajera la bolita… menos!!! Deseaban un ataque de amnesia!

Desde entonces no usan geles mentolados. Siguen juntos, se aman profundamente, y disfrutan del sexo a diario, mientras atesoran esta historia que es la vergüenza más grande que juntos han pasado.

MORALEJA: LEER BIEN LAS INSTRUCCIONES Y PROSPECTOS. ANTE LA DUDA, CONSULTE A SU MÉDICO!