Penne rigate. Nunca entendí la necesidad de ponerle a una pasta ese nombre. No tengo la menor idea qué quiere decir “penne”, ni me interesa, porque no pienso comer esa pasta, habiendo tantas otras de mejor sonido y pronunciación. Ya sé que “peNNe” no es “piTTo” ni “choTTa”. Pero no me gusta esa palabra. Yo tengo un conflicto con algunas palabras. Creo que no se los he dicho. Pero los que me conocen lo saben… No me gusta “zobacos”, ni “mercería”, ni “Barolo”, no tolero “sorongo” ni “zorongo”, me da risa la palabra “conicoide” y muchas otras más. Penne rigate no es una combinación de lo más feliz, para mí, y menos si se acompaña con salsa putanesca. Dejáte de joder… Putanesca! No pretendan explicaciones porque no las hay. Es parte de mi pelotudez idiomática. A lo sumo cuando alguien utiliza esas palabras digo “que palabra tan fea esa” y ya está, no jodo más que eso! Así que no me jodan ustedes ahora eh! Que por culpa de estas palabras, la gente pasa cada papelones!
Hace un par de días me llegó un correo a coleccionandoanecdotas@gmail.com de una tal Luly. Y me contó una historia. Luly es una chica top. Pero muy top. Educada en los mejores colegios y universidades de la capital, de la capital francesa, no les miento. Extremadamente correcta, fina, elegante. Vestida y calzada por las mejores marcas. Hermosa, peinada y maquillada como toda una reina.
Es raro que alguien me cuente una historia y se defina así, verdad? Pero cuando me dijo su nombre, no me quedaron dudas de que lo que estaba diciendo, era cierto, e incluso, por modestia me lo estaba minimizando. Juré y perjuré no revelar su nombre, y me asombra tremendamente que esta gente lea mi blog, pero bueno, el día que decidí escribir, no puse filtros a la alta alcurnia, así que acá estamos, contando una historia de una mina muy top, que por lo visto a pesar de tener tanto, también se aburre y sigue blogs (Ale, también sigue al piloto!).
Mátenme, pero no saldrá de mi boca quién fue la que me escribió.
Como les decía, Luly es una mina muy top. Vivió varios años en Paris, estudio psicología. Nunca necesitó trabajar, por ende ha estudiado toda su vida. Hizo un par de doctorados y asistió a cuanta conferencia de freudianos famosos disertaban por toda Europa. Víctima de una marcada deformación profesional, Luly te saludaba y en cinco minutos ya tenía tu perfil psicológico almacenado en su memoria (dice haber superado este vicio).
Cansada de estar lejos de su familia, aburrida ya de tanto estudiar, regresó a Buenos Aires con 30 años recién cumplidos. Había tenido algunos amores parisinos, pero ninguno de ellos prosperó lo suficiente como para retenerla. Y llegó a Buenos Aires, y en muy poco tiempo, abundaban los pretendientes que deseaban conquistarla.
Pero a Luly le gustó Joaquín. Hijo de un empresario millonario amigo de su padre, lo había conocido en una fiesta familiar de día entero. Fueron presentados, y rápidamente congeniaron. El joven, además de apuesto, era un “buen partido”, digno de una chica como Luly. Pasaron la tarde juntos, y llegado el final de la fiesta, Joaquín se fue, sin hacer ningún tipo de mención a un futuro encuentro. Y eso a Luly la enfureció. Había una cola de tipos muriendo por ella, pero al parecer, Joaquín no.
La indiferencia de Joaquín encaprichó tanto a Luly, que no tardó en conseguir el número telefónico del joven. Lo llamó y lo invitó a cenar. Joaquín aceptó. Fueron a un restaurante extremadamente romántico, extremadamente caro, de pastas y todo tipo de comida italiana, escondido en la zona más exclusiva del barrio de Luly. Velas, media luz. Música tranquila. Joaquín se comportaba como si fuera la primera vez que salía con una chica. Nervioso, tartamudeaba, se comía las uñas! Tropezó más de una vez con sus propios pasos! Y no podía mantener una conversación relajada.
Entonces el mozo les acercó una carta, les sirvió champagne gentileza de la casa, y se retiró para que la pareja escogiera sus platos. Visto el nerviosismo de Joaquín, Luly decidió ordenar los platos cuando el mozo regresara y así evitarle el tartamudeo y mal rato al joven.
Joaquín comería penne rigate a la putanezca, y Luly, malfatti de espinaca con salsa de finas hiervas.
Demás está decir que la elección del plato de Joaquín, combinado con su conducta inexplicablemente nerviosa, y agravado por el vicio profesional de Luly, no podía tener un final feliz. Entonces regresó el mozo y Luly se dispuso a ordenar:
Mozo: Los señores desean ordenar?
Luly: Si, por favor. Yo quisiera unos malfatti de espinaca con salsa de finas hierbas…
Mozo (mirando hacia Joaquín): Y el señor?
Entonces Luly se apuró a contestar:
Luly: Y el señor quiere un PETE a la PUTAÑERA.
Mozo (ROJO INCENDIO ATRAGANTADO de la risa): perdón? Un qué? a la qué???
Luly: ehhh perdón, perdón PENE! ehhh peNNe! PENNE RIGATE! Esa palabra es tan difícil! Es que yo hablo francés… putanesca…

Es como yo digo, habiendo tantas otras pastas o comidas italianas de mejor sonido y pronunciación, con qué necesidad alguien pide PENNE? Eh? y a la PUTANESCA! No hacen falta tantos doctorados para terminar en esa libre asociación!!! No señor!